Se define el altruismo como una conducta totalmente voluntaria que busca como norma el bienestar de los demás, sin esperar ningún aspecto positivo para uno mismo, desde el prisma el cual se realiza la conducta.
Es darse a los demás sin esperar nada a cambio, incluso cuando esa acción pueda producir algún daño o peligro para la persona que realiza la conducta altruista.
Actualmente nuestra cultura es tachada cada vez más de tender a lo individualista, y aún así, en contraposición a esta afirmación, todos podemos observar gestos altruistas a diario, de forma desinteresada en las personas que nos rodean, incluso en nosotros mismos.
Según los estudios científicos, se ha comprobado que no solo el ser humano tiene comportamientos altruistas; se ha observado que animales como los delfines, perros, o chimpancés son capaces de desarrollar conductas de este tipo. También es cierto que en lo que se refiere a la supervivencia la conducta altruista no aporta ningún aspecto sumatorio, en realidad contribuye más bien a todo lo contrario, a poner en riesgo la vida.
Por lo general las conductas altruistas están bien vistas socialmente, generan gran bienestar en ambas partes, tanto en el que realiza la conducta como en el que la recibe y se encuentran vinculadas a aspectos muy afectivos, como por ejemplo que quien las hace son buenas personas.
Índice
La ayuda
¿Es lo mismo el altruismo que la conducta de ayuda?
Es necesario analizar aquellas conductas que en principio podemos identificar como altruistas, ya que puede que no lo sean. Cualquier conducta altruista es una conducta de ayuda, pero no todas las conductas de ayuda son altruistas.
Muchas conductas generosas vienen dadas por otros motivos que no siempre provienen del altruismo, como por ejemplo la exaltación que produce la euforia, o ciertas situaciones de pánico.
Así como muchas conductas que pueden parecer altruistas llevan escondidos intereses, por lo que dejan de estar encuadradas bajo este título. La ayuda, puede ser desinteresada o no, puede implicar ambas posturas.
Se puede decir que en apariencia las dos conductas descritas se observan del mismo modo, pero no las dos poseen la misma intención.
La empatía
Otro de los conceptos que en ocasiones se puede llegar a confundir con el altruismo es la empatía. La emoción o el sentimiento que puede llevar a la conducta altruista puede ser en su inicio la empatía.
La empatía se define como una respuesta afectiva apropiada y correcta tanto a la situación como a la persona. Es lo que se conoce como ponerse en el lugar de la otra persona, sentir lo que ella siente.
El contagio emocional es muy frecuente, y sucede sin que apenas seamos conscientes de ello. Si estoy con alguien que está mal es muy probable que yo me sienta mal también, ya que existe un feedback que hará que los estados de ánimos se sincronicen de alguna manera.
Si nos fijamos por ejemplo en las parejas, encontramos que a veces uno se encuentra bien y el otro no y al final ambos se acercan hasta llegar a un sentimiento similar, a medida que pasan tiempo juntos, hay una especie de intercambio
Sucede una especie de sincronización especial, un contagio afectivo que nos hace tender a sentirnos como la otra persona. Esta característica se da en el ser humano, en términos generales, a excepción de aquellas personas en las que se dé una psicopatología o trastorno similar. Aunque es una característica susceptible de ser entrenada y cuya práctica puede mejorarla, hay personas que la desarrollan más que otras.
Motivación de ayudar
Al igual que algunas personas desarrollan la empatía en mayor medida que otros, porque la practiquen más por ejemplo, o porque forme parte en mayor medida de su condición intrínseca, ocurre lo mismo con la motivación que nos lleva a ayudar.
Se sabe que las mujeres desarrollan la empatía más tempranamente que los hombres, y en mayor medida. Biológicamente se encuentran más preparadas para recibir una gratificación a nivel cerebral, por ello tienden a repetir dicha conducta.
La conducta de ayuda es ya satisfactoria en si misma, porque aporta beneficios de mejoría, y por ello la mayoría de las personas se sienten bien ayudando a otros. Ese beneficio se puede definir como un intercambio positivo, al hacer algo por los demás, de manera que ya no es desinteresado, porque recibimos algo en esa transacción, algo que nos agrada.
Motivos externos e internos
Los motivos externos se encuadran dentro de lo que sabemos que llegará por prestar nuestra ayuda, en este contexto, hablamos más bien de personas a las que conocemos y con las que tratamos a menudo. Sabemos que si las ayudamos hoy, porque lo necesitan y nosotros podemos prestarle dicha ayuda, mañana nos podrán ayudar ellas.
También es cierto que a veces ocurre la idea de la recompensa del destino, cuando ayudamos a personas que no pertenecen a nuestro entorno y sabemos que no nos van a poder devolver el favor, justificamos la acción diciendo “ya me lo pagará el destino, ya me lo agradecerá la vida, y cosas similares”
Y entonces, ¿cuándo ayudar de forma desinteresada?
Existe una máxima para saber cuándo es conveniente ayudar y cuando no y a quién, y es que atendiendo a las demandas del ambiente y a las necesidades, debemos evaluar el contexto, preguntarme hasta que punto puedo hacerlo y dejar mis tareas pendientes para más tarde, analizar que me llevo, si me compensa y por qué, etc. Un ejercicio completo de razonamiento que ha de llevarte a la respuesta más correcta en cada momento.
La experiencia como siempre supone un grado en la vida, otra de las cosas que te pueden servir de referencia a la hora de decidir ayudar o no, es recordar cómo te has sentido tras haberlo hecho anteriormente, y hacer una valoración al respecto. Seguro habrá ocasiones en las que le has echado un cable a alguien y más tarde ese alguien te ha recompensado en algún sentido, así como también te habrá ocurrido ayudar a alguien y no obtener lo mismo ni en ese momento ni posteriormente. Esto puede servir de medidor.
Está claro que ayudar a otros nos va a aportar beneficios en términos generales, independientemente de la respuesta de los demás hacia nosotros, en el sentido de si esa ayuda se verá reforzada de forma positiva o no. Cada uno elegirá en cada situación, bajo su propia responsabilidad.
Licenciada en psicología por la Universidad de Málaga y amplia experiencia profesional. Especializada en terapia de parejas y otras áreas de psicología para adultos, niños y adolescentes. Número de colegiada AO10397.