Las carencias afectivas se definen como un déficit en los cuidados afectivos durante el crecimiento. Desde el nacimiento y hasta poco después de la adolescencia, el afecto es lo que nos hace mantener vínculos con nuestros cuidadores. Nos aportan seguridad y forman parte de nuestro desarrollo y de los diferentes aspectos que nos formarán en el futuro.
La atención, el cariño, los besos, la forma de cuidarnos, la comunicación en general, etc., todo forma parte del afecto, y se acumula para la maduración posterior y para completar el correcto recorrido biológico del ser humano.
La carencia afectiva es la falta de estos cuidados, la protección no adecuada de estas competencias, y puede llegar a ocasionar daños muy perjudiciales.
Índice
Consecuencias de las carencias afectivas
La carencia afectiva, en general, llega a provocar serios problemas en el desarrollo emocional de la persona. Puede llegar a provocar, entre otras cosas:
- ● Búsqueda de reafirmación constante, tanto en lo que se dice como en lo que se piensa como en aquello que se hace.
- ● Búsqueda de afecto siempre, necesidad permanente de que te demuestren que te quieren y te necesitan.
- ● Repercusión en relaciones familiares, de amistad y de pareja
- ● Inseguridad en varios ámbitos
- ● Baja autoestima, auto diálogo exigente y castigador
- ● Tendencia a la infravaloración, sentimientos de inferioridad y de fracaso
No es necesario que ocurra un maltrato o un abuso para que surjan este tipo de síntomas, a veces los llamados padres ausentes que delegan la crianza y el cuidado de los hijos en las madres, debido a un exceso de trabajo o a una forma de evitar su responsabilidad, pueden llegar a crear en sus hijos estas manifestaciones. De alguna manera las necesidades afectivas básicas de ambos progenitores no se encuentran cubiertas.
Causas de no tener cubiertas las necesidades afectivas
La carencia en el aspecto afectivo puede deberse a muchas causas, y siempre será una suma de varios factores.
El ritmo que pretendemos sostener diariamente, respondiendo a todas las demandas posibles de todas las áreas, como son el trabajo, lo personal, los hijos, la familia, el deporte, etc., dificulta que diferenciemos las prioridades.
La conciliación familiar tan ansiada no es fácil de alcanzar actualmente, y algo siempre hay que dejar atrás.
Algunos hechos vividos en la infancia pueden llegar a crear un mecanismo de repetición de conducta, en el que se pretenda de forma inconsciente hacer lo mismo.
Por otro lado, existen factores externos que siempre harán más probables la aparición de estas carencias afectivas, así como sus consecuencias, como puede ser una situación económica difícil, no tener cubiertas las necesidades básicas de alimentación e higiene, sufrir abusos y/o maltrato, hechos traumáticos, etc.
Una mala calidad en los cuidados de un menor conlleva una pobreza afectiva, y es necesario identificarlo y tratarlo para que el desarrollo del pequeño no se vea comprometido.
Casos
A veces puede ser que desde fuera se observe este comportamiento deficitario, en una familia externa a nosotros, y se deba comunicar a los organismos competentes, ya que moralmente hacer lo que podamos para mejorar la calidad de vida de un menor, es nuestra obligación.
Otras veces puede ser que lo detectemos en un menor que mantenga algún tipo de amistad con nuestro hijo, alguien cercano a nosotros. Y se inicie una conversación con los padres o adultos del entorno de ese niño para indagar lo que ocurre y las necesidades existentes alrededor del pequeño.
Puede ocurrir también que esa carencia haya sido vivida en primera persona por nosotros cuando éramos niños, y de mayor, cuando somos padres, de manera inconsciente desarrollemos el mismo patrón sin apenas cuestionarlo o resignándonos a pensar que se trata del único camino posible. En estos casos lo ideal es asistir a tratamiento psicológico y hacer introspección de nuestro interior, emocionalmente, y poco a poco sanar las heridas para no volver a cometer los mismos errores. A veces no es necesario llegar a ser padres para reproducir el patrón con el que hemos sido criado, ya que suele ocurrir que tratamos a nuestro alrededor de esa misma forma hasta que vemos las consecuencias negativas que ello puede provocar, tanto para nosotros como para los demás.
Síntomas
Los síntomas aparecen desde la primera infancia y están muy vinculados al entorno social y al apoyo psicológico. Aunque pueden llegar a manifestarse en cualquier clase social y en cualquier persona.
En los primeros años, es decir, en la primera infancia, si existen carencias afecticas se puede llegar a atisbar por las siguientes señales: son niños que lloran a menudo para llamar la atención, sonríen poco, suelen ser más propensos a contraer enfermedades en general y en concreto enfermedades de tipo infecciosas y problemas intestinales, y en los casos más graves puede manifestarse incluso en un retraso madurativo afectando al crecimiento o al desarrollo intelectual.
Más adelante, en la edad escolar, los niños con carencias afectivas pueden manifestar trastornos en el leguaje, en el aprendizaje en general, en la lectura y escritura, etc., pueden llegar a tener un CI (coeficiente intelectual) bajo en comparación con sus iguales, sienten infravaloración y culpa frecuentemente y ante el rechazo social. Pensamientos del tipo “nadie me quiere, no valgo nada, a nadie le importo” pueden llegar a convertirse en el centro de las obsesiones cognitivas del menor. El sentimiento de exclusión suele presentarse a menudo por estos niños a estas edades.
En la adolescencia se pueden observar trastornos y alteraciones en el comportamiento, conductas de inhibición o de excesiva extroversión. Tienden a sentirse rechazados y excluidos por el grupo de amigos, necesitan integrarse a toda costa, suelen darles mucha importancia a las relaciones sociales, y esta etapa es decisiva para su evolución. Comportamientos hiperactivos e impulsivos son muy frecuentes en este periodo, evitar responsabilidades, abusos de alcohol y drogas, rebeldía en exceso, etc., aunque es importante señalar que también lo son en la edad adolescente sin la existencia de las carencias afectivas de las que hablamos. Una evaluación profesional y personalizada será la que marque la distinción adecuada, para poder actuar.
Si estas manifestaciones cognitivas y conductuales siguen en la edad adulta, por no haberse tratado o por no haberles dado la importancia que requieren, pueden convertirse en adultos con la constante necesidad de agradar a los demás, actuando en base a las preferencias de la gente que les rodea, serán blanco fácil para manipuladores que le dirán lo que desean escuchar vendiéndoles un cuento irreal, se ilusionarán con mucha facilidad, y verán de forma especial a parejas mayores que ellos, amorosamente tenderán a buscar a alguien demás edad que ellos. Bajo estos síntomas, siempre ansiaran el cariño de los demás, porque no saben darse el amor que necesitan. Su autoestima se nutrirá de los afectos y del cariño de los demás.
Licenciada en psicología por la Universidad de Málaga y amplia experiencia profesional. Especializada en terapia de parejas y otras áreas de psicología para adultos, niños y adolescentes. Número de colegiada AO10397.