El duelo es el proceso al que nos enfrentamos tras la pérdida de un ser querido, ante un fallecimiento, o también ocurre en las rupturas de pareja, en el proceso de acostumbrarse a estar sin la persona con la que se ha compartido gran parte de la vida durante un tiempo.
El duelo es por tanto un proceso que se produce tras una pérdida, una ausencia, una separación, una muerte o un abandono. Suele caracterizarse por diferentes etapas y síntomas. De entre los síntomas más comunes que suele provocar se encuentran: culpa, miedo, ansiedad, depresión, negación, etc.
Las etapas que se suelen suceder son: negación, ira/enfado, negociación, depresión/tristeza y aceptación. Normalmente siguen el mismo orden, aunque no siempre, y en ocasiones puede ocurrir que de una etapa se pase a la anterior en lugar de a la siguiente.
No solo nos enfrentamos al duelo cuando perdemos a alguien querido porque fallece, en contra de lo que piensa mucha gente. Actualmente cada vez más nos vemos obligados a distanciarnos de personas a las que queremos mantener cerca, de personas que nos abandonan, a dejar relaciones que, aunque no nos haga bien emocionalmente necesitamos, etc. Todas estas situaciones provocan un proceso de duelo.
Esa experiencia emocional de enfrentarse a una gran pérdida es lo que se llama duelo, y no es más que una pre adaptación a la nueva etapa, a la nueva situación. La duración del duelo es muy variable, hay personas que en unos meses se encuentran estables y otros tras varios años aún pueden encontrar dificultades.
Índice
Vamos a ver las diferentes fases del duelo.
Negación
Inmediatamente después de que el hecho que provoque el duelo suceda, la tendencia de todo ser humano es negarlo. Negarse a creer lo que ha pasado. Es como un mecanismo de defensa.
Todos en algún momento hemos experimentado esta sensación tan impactante en la que vemos algo que no podemos creer aun hasta procesarlo, o en la que nos cuentan algo que no nos esperamos, y resulta tan doloroso que no logramos encajar del todo. Nos negamos a ver esa primera visión de una nueva realidad tan dolorosa que nos supera.
Apelamos a lo injusta que es la vida, a lo desgraciados que somos, a lo inexplicable de cómo otras personas han podido pasar por esa misma situación y seguir en pie, no encontramos consuelo, solo podemos negarlo.
La incredulidad se apodera de nosotros, como primer paso hacia el camino de la interiorización de la nueva e inesperada situación de dolor. Sucede un bloqueo emocional en el que nos paralizamos por completo.
EL bloqueo es tan grande que impide sentir las emociones necesarias para superar el proceso emocional que implica el duelo.
Enfado
El enfado es una de las emociones más primarias que posee el ser humano, la identificación de ella, así como su causa han sido los dos factores más importantes en el estudio de la inteligencia emocional.
Es necesario expresarla y tratar de entenderla, dentro del contexto de la experiencia de la persona. Es parte de lo que vivimos, esconderla no es la solución, ni mucho menos, no es para nada beneficioso en ningún sentido.
Negociación
En esta etapa se tiende a buscar formas de poder revertir la situación, a veces ocurre una especie de ensoñación en la que enviamos un mensaje al cerebro como si todo hubiera sucedido en una pesadilla. Se buscan formas de hacer que lo inevitable no sea posible
Esta etapa no suele demorarse demasiado, por norma general, desgasta mucho mentalmente, ya que es un intento de cambiar algo que no solamente no está en nuestra mano, sino que es imposible en muchas ocasiones.
Miedo y/o depresión
La persona siente una enorme tristeza, llora a diario y todo el día, apenas puede conciliar el sueño, el vacío que siente causa un dolor a veces inexplicable.
La persona se siente tan agotada, que toda actividad se queda sin espacio y sin energía para poder ser realizada.
Hay personas que llegan a esta etapa antes de la pérdida de un ser querido, cuando se espera de forma inminente el acontecimiento desgraciado, y apenas pasan por las fases anteriores o lo haces de manera muy breve, casi inapreciable. Esto suele ocurrir en los casos de enfermedades terminales, en los que los familiares esperan la pérdida pronto, y saben que no existe remedio alguno para ello.
Esta etapa es la más larga y la más dolorosa, es algo en lo que muchos expertos coinciden afirmando que es realmente el duelo, ya que tras este proceso llega la aceptación, que es donde realmente hay que aprender a vivir con la nueva situación sin que existan alteraciones destacables en la vida diaria.
Se suele percibir este proceso como inacabable, se hace tan duro que hay una sensación de que nunca acabará. Es la fase más importante para volver a reconstruir la vida instaurando el acontecimiento doloroso
Aceptación
Este es el último paso del proceso. Llegar a este punto supone llegar a la parte del final del recorrido emocional.
En esta etapa se acepta no solo el hecho negativo, la pérdida, sino también el dolor, el proceso pasado, el dolor que todo lo vivido ha provocado. El procesamiento cerebral ha interiorizado y ha aceptado la situación con todas sus consecuencias.
Algunas personas no logran superar todo este proceso descrito, se pueden quedar estancados en alguna fase o nunca llegar a aceptar la pérdida.
Estos pasos son los necesarios para llegar a superar y a aceptar un duelo de manera correcta emocionalmente. Pero también puede darse lo que se llama un duelo patológico.
Duelo patológico
Se dice que un duelo deja de ser normal y se vuelve patológico cuando alguien se queda estancado en alguna de las fases, o no completan la última etapa de la aceptación. No hay un tiempo determinado, ya que cada persona es diferente y vive las experiencias en base a sus creencias, experiencias, vínculo con esa persona ausente, emociones propias, y otros factores.
A veces se une al duelo un trastorno mental anterior, o una sintomatología que agrava la situación e impide llegar al final del proceso. En otras ocasiones es el proceso del duelo no completado el que da lugar a otros trastornos y síntomas.
Por lo general estas personas no sienten avance en lo que se refiere al dolor, siguen sintiendo la misma intensidad y frecuencia con respecto a la pérdida. Por ejemplo, en los duelos por muerte de un ser querido, las personas que no llegan a superar el proceso y no aceptan la pérdida siguen acordándose a diario y en todo momento de ellos, llorando su ausencia y no llegan a retomar una vida con normalidad, ya que al no completar el proceso a nivel emocional, no existe una aceptación adaptativa a la pérdida.
Las consecuencias de ello pueden ser muy notables y se pueden apreciar en todos los aspectos: en lo social, en lo personal, en el plano laboral, etc.
Impedir la expresión adecuada de ese dolor es lo que hace que un duelo, sea por unos motivos u otros, se convierta en algo inacabable.
La expresión de emociones difíciles y dolorosas es necesaria, aunque no sea agradable enfrentarse a ello. El acompañamiento de un profesional siempre es adecuado y facilita el mal trago, así como también lo es la prescripción de psicofármacos bajo supervisión médica y de forma temporal, para respaldar el proceso.
La mayoría de la gente supera el duelo sin problemas en aproximadamente uno o dos años, y aun siendo así, dentro de un proceso normalizado, no es ni mucho menos algo incompatible con Licenciada en psicología por la Universidad de Málaga y amplia experiencia profesional. Especializada en terapia de parejas y otras áreas de psicología para adultos, niños y adolescentes. Número de colegiada AO10397.